Según el lenguaje de las flores, el jacinto significa constancia, cariño y gozo del corazón. Su flor es muy hermosa, irradia luz y alegría en casa, además de una fragancia intensa, delicada y fresca. Solo florece una vez al año, en primavera; y su flores tienen forma de racimos que surgen del centro de las hojas, cada uno con pequeñas brotes del mismo color.
Al jacinto se le conoce también como la flor de la perseverancia, pues para tener una nueva floración el próximo año, es necesario realizar un cuidadoso y largo proceso de conservación de los bulbos que quizá, la próxima primavera den lugar a la nueva flor. Se trata de una tarea larga y un poco laboriosa, que no aporta garantía alguna de que la planta vuelva a florecer.
Ahora mismo, mis jacintos están en su máximo esplendor, algunos de sus bulbos floreciendo todavía. Pero en algunas semanas sus flores se marchitarán y desaparecerán.
La flor del jacinto me sugiere reflexionar sobre el desapego, y ponerlo en práctica.
Vivir con desapego es disfrutar plenamente de lo que la vida nos ofrece en el presente, aceptando la realidad y los hechos que devienen en cada momento. Puedo disfrutar de mis flores, de su aroma, de la energía positiva que aportan a mi hogar, aun sabiendo que son transitorias, que están cambiando en cada comento, y que no permanecerán para siempre.
Todo a nuestro alrededor cambia constantemente, incluidos nosotros mismos y las personas que amamos. Desapegarnos, tanto de lo que valoramos como positivo, como de lo que consideramos negativo, es el sostén de nuestra libertad. Lo que nos permite vivir el presente con todo lo que nos ofrece, sin añorar algo del pasado o condicionarnos sobre lo que sucederá en el futuro. Cuando podemos vivir así, permitimos también a los demás ser más libres.
Puedo ser más flexible y abrirme paso a las posibilidades, me libero de la rigidez de mis expectativas, y me descubro a mí misma sin la necesidad de tener seguridad y garantías. Cuando puedo comprender que el cambio o la pérdida es inevitable, me hago más tolerante a la incertidumbre, y puedo vivir con mayor plenitud.
Puedo aceptar que mis flores un día se marchitarán, que un día tendré que soltar de la mano lo que amo, aunque eso no signifique dejar de amarlo.
Es gozar de la libertad de actuar con desprendimiento, sin exigencias en cuanto a los resultados. Puedo cuidar mis plantas y poner toda la intención y mimo para que la próxima primavera florezcan, pero es maravilloso y pacificador no saber lo que sucederá. Me sumerjo en la incertidumbre, sabiendo que estoy en el mundo de las posibilidades. Así, cuando acepto y cedo mi ansia de control, mis miedos se desvanecen. Podrán florecer o no florecer, volverán o no volverán las oscuras golondrinas, pero ya mi felicidad no depende de ello.
*En la filosofía del Yoga a esto se le conoce como Karma Yoga: la práctica de la acción desinteresada que no se apega a los resultados.
Me gustó mucho el artículo ,. Vivir el presente dejándonos transformar x él, Abriéndose . Llegará ese momento en q todos vivamos en esa sabiduría ? Sostengo la esperanza q así será.
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Gracias por tu comentario, Felicitas! Todo es posible, siempre en el presente 🙂
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